La tristeza: ¿tan mala como la pintan?

La tristeza puede causar depresión
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La tristeza: ¿tan mala como la pintan?

El 2020 nos sorprendió con un hecho sin precedentes: una pandemia a escala mundial. De la noche a la mañana nuestro modo de vida se vio trastocado, todo lo que era normal ya no lo es. Estamos ante un cambio de paradigma y esto puede generar, entre muchos otros sentimientos, una profunda tristeza. Pero, ¿es la tristeza tan mala como la pintan? En realidad, si dejamos a un lado nuestros condicionamientos y prejuicios, descubriremos su lado menos “incómodo”.

Es difícil evadir la tristeza cuando conocemos, diariamente, la cifra de fallecidos, o cuando pensamos en las pérdidas económicas que el Covid-19 dejará mundialmente. Incluso, si alejamos la atención de lo que pasa alrededor del mundo y nos centramos en lo que cada uno de nosotros siente al estar confinados en casa, lidiando con el día a día y tratando de adaptarnos a múltiples e inesperados cambios, es lógico que la tristeza se abra paso junto a otros sentimientos. Ante esta realidad la opción más sana es darle la bienvenida. Como dice la tercera Premisa de la Eficiencia Emocional, “todos los sentimientos son bienvenidos”.

Vivir la tristeza.

No podemos sustraernos a experimentar sentimientos que no son “tan agradables”, ya que representan reacciones biológicas innatas que funcionan como una especie de alerta para indicarnos que algo no está bien en nuestro interior. Por ejemplo, el miedo nos permite salvaguardarnos ante un ataque o protegernos de un potencial peligro. De la misma manera la tristeza es una reacción psicológica natural. Es un sentimiento que surge ante un hecho concreto: una ruptura sentimental, el fracaso de un proyecto personal, la pérdida de un amigo o de un familiar. Es un estado emocional pasajero que puede perdurar, quizá, por algunos días. Por el contario la depresión es una alteración más profunda ligada a desbalances químicos en el cerebro y que debe ser tratada por profesionales, ya que sus síntomas derivan en una abulia que impide a quien la padece llevar una vida normal.

¿Qué descubrimos con la tristeza?

Descubrimos y valoramos lo que realmente nos importa. ¿Cómo apreciar los momentos alegres o disfrutar los éxitos y triunfos personales y profesionales, si no experimentamos un fracaso o vivimos una ruptura sentimental al menos una vez? La tristeza nos permite poner en perspectiva lo que tenemos y somos.

La tristeza puede dar paso al análisis constructivo de la situación que nos generó esa reacción emocional y permitirnos modificar conductas. La tristeza, al igual que los otros sentimientos, tiene un mensaje que darnos, y ciertamente vale la pena escucharla.

Ofrece la oportunidad de centrarnos en nosotros mismos. La introspección y el autoanálisis nos permitirán conocernos mejor y quizá hasta logremos identificar qué situaciones disparan la tristeza, lo que deriva en un mejor control de nuestro mundo emocional.

Déjala partir

Una cosa es sentir tristeza y otra muy distinta permitir que se instale como un huésped permanente en nuestras vidas. Todos tenemos la capacidad de  crear condiciones a nuestro alrededor que nos permitan aligerar nuestra carga emocional. Rodearnos, aunque sea virtualmente, de las personas que queremos, escuchar música, practicar algún deporte, aprender algo nuevo y hacer una “dieta” informativa son refuerzos para mantener un equilibrio sano en nuestras vidas. Porque, aunque la tristeza siempre sea bienvenida, ¡existen muchos otros sentimientos que nos quieren visitar!

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